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25 Septiembre 2017

Música y bienestar subjetivo

Un reciente estudio australiano reveló que asistir regularmente a conciertos no sólo ayuda a combatir la depresión, sino que también a llevar una vida más placentera y feliz.

La felicidad es una aspiración real para la gran mayoría de las personas. Tan importante es que, en 2012, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) decretó el 20 de marzo como el Día Mundial de la Felicidad para insistir en la trascendencia de ella dentro de la vida de los seres humanos, en cualquiera de sus ámbitos: personal, afectivo, de pareja o profesional. (Contemp Clin Trials. 2017 Jan; 52:62-74)

Este complejo tema ha sido materia de estudio recurrente entre intelectuales y filósofos. Incluso, hasta hace no muy poco tiempo atrás, la psiquiatría y psicología centraban más su atención en las formas de amargura, porque les resultaba más cómodo entender a personajes sombríos que a personas felices.

El doctor Daniel Martínez Aldunate, director del Instituto del Bienestar y presidente del directorio de la Fundación para el Bienestar y la Felicidad en Chile, en la introducción del libro Felicidad: evidencias y experiencias para cambiar nuestro mundo,  señala que “la felicidad se expresa –por un lado- como algo personal e individual, pero también con un significado social, político, cultural y comercial”. (Martínez D, Ivanovic-Zuvic F. y Unanue W. Ediciones de la Sociedad de Neurología Psiquiatría y Neurocirugía, Santiago de Chile, octubre 2013, pp. 23-24)

“De este modo, agrega, sentirse feliz es una vivencia muy íntima e individual. Aún más, las personas tenemos un tono temperamental en nuestra personalidad determinado genéticamente, que nos permite desde que nacemos con mayor facilidad o dificultad, acercarnos al bienestar y la felicidad”.

Para los budistas la felicidad es un estado mental que va más allá de conseguir un nivel óptimo de consumo material, de riqueza o estabilidad económica. Ésta no está determinada solamente por lo que tenemos o por lo que consumimos, sino también por lo que sabemos, por la manera en que manejamos nuestro capital intelectual, por nuestra creatividad y, finalmente, por lo que somos. 

Como ha sido tan difícil llegar a un consenso sobre su definición, la ciencia ha optado por hablar de bienestar subjetivo (BSu), que correspondería a un sentido de bienestar con la vida, tanto en términos de sentimientos como de pensamientos. (Diener, E., Subjective well-being. Pychological Bulletin, 95, 1984, pp. 542-75)

El psicólogo Ed Diener, conocido como el Dr. Happiness, ha realizado durante los últimos 25 años investigaciones sobre este tema y ha llegado a concluir que uno de los pilares fundamentales de la existencia humana es el “trabajar las habilidades sociales, cerca de lazos interpersonales y apoyo social para ser feliz”.

Cada vez existe mayor evidencia respecto de que el bienestar subjetivo se vincularía con un menor riesgo de mortalidad y con una disminución en la incidencia de patologías específicas, entre ellas las psicológicas. 

La felicidad se vive y se construye diariamente. Creando redes positivas, ambientes emocionales y generando una buena salud mental en el grupo, ya sea dentro de la familia, la escuela o el trabajo, se tienen muchas más posibilidades de ser feliz.

Un reciente estudio de la Universidad Deakin en Australia exploró la conexión entre música y bienestar subjetivo y evidenció lo que probablemente las personas intuían: asistir a conciertos o festivales hace a las personas más felices (DOI: 10.1177/0305735616659552).

Para aproximarse a esta hipótesis, en la investigación encabezada por Melisa Weinberg y Dawn Joseph, se entrevistaron a mil personas al azar utilizando datos recogidos en 2014 en la encuesta 31 del Índice de Bienestar australiana. 

Los resultados revelaron que aquellas personas que acostumbran a vivir experiencias musicales comunitarias –como asistir a conciertos, festivales o salir a bailar- demostraron tener mayores niveles de satisfacción con su vida y menores señales de depresión u otros problemas de salud mental, efecto que no se daría en quienes escuchan música de forma solitaria. 

“Cualquier tipo de experiencia musical en comunidad, ya sea un concierto o un festival, genera un mayor índice de satisfacción frente a otras experiencias de entretenimiento”, destacaron los autores.

Lo valioso de esta investigación es que proporciona una visión general entre música y bienestar subjetivo a nivel poblacional, a diferencia de otros estudios en el área que se han centrado en la evaluación de las intervenciones clínicas que involucran música. 

El conocimiento adquirido a partir de estos resultados podría utilizarse para establecer futuras intervenciones y para entender mejor cómo la música está implicada en la regulación emocional y en una buena salud mental para así evitar la manifestación de trastornos como estrés, depresión, crisis de angustia; minar relaciones sociales, familiares y laborales deficitarias; soslayar consecuencias mayores por conductas de riesgo asociadas al abuso de alcohol y otras drogas; y aumentar la expectativa y calidad de vida.

La evidencia científica disponible en la actualidad confirma que la capacidad de ser feliz es parte de la evolución y desarrollo del ser humano y la sociedad. Y lo que es mejor, estas emociones se aprenden y se contagian. Así es que revise la cartelera disponible en su país y programe su próxima actividad musical. Su cuerpo y mente se lo agradecerán.

Por Carolina Faraldo Portus

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