Los enigmáticos ojos de Bowie
Durante años se pensó que padecía heterocromía, pero la verdad es que tenía una condición llamada anisocoria, es decir, una asimetría en las pupilas provocada en la adolescencia a raíz de un golpe.
Muy temprano, a las 7:30 de la mañana del 11 de enero de 2016, su hijo confirmaba la noticia, esa que el mundo entero no quería escuchar: “Lamento mucho y me entristece decir que es verdad”, la primera estrella posmoderna del rock había fallecido.
“David Bowie ha muerto en paz hoy [por el domingo] rodeado de su familia, después de una valiente lucha de 18 meses contra el cáncer. Mientras muchos de vosotros compartiréis la pérdida, pedimos respeto a la privacidad de la familia durante su tiempo de dolor”, ratificaban sus cuentas oficiales en las redes sociales.
Se ha dicho que fue uno de los artistas más famosos e importantes de las últimas cuatro décadas. Es verdad, pero esa definición es un tanto mezquina, porque Bowie fue un genio en permanente revolución. Ha sido uno de los grandes personajes en la historia del rock y una de las figuras más eclécticas, significativas e influyentes que ha conocido la música popular.
Desde sus inicios, en el movimiento mod de los años 60, su extensa trayectoria pasó por múltiples formas sonoras, siendo partícipe principal del glam-rock o la electrónica experimental, transmutándose regularmente en artista de clave vanguardista, proto-punk, cabaretera, soul, ambient, hard-rock, dance-pop o, simplemente, explotando con talento las disposiciones clásicas del pop-rock.
El hijo de una camarera y de un relacionador público, David Jones, se convirtió en David Bowie, que se transformó en Ziggy Stardust, quien se volvió Aladdin Sane, quien –a su vez- encarnó a Thin White Duke. Todos ellos fueron ficticios. Todos ellos se volvieron íconos, todos ellos eran uno: todos ellos eran el camaleón.
Para sus seguidores, este rockero británico poseía un toque de misticismo y sus ojos lo delataban, ya que parecían ser de distinto color. En verdad eran del mismo tono, pero el iris dilatado en uno de ellos hacía el efecto.
Siempre se pensó que el artista tenía, de nacimiento, un ojo de cada color, es decir, que padecía de heterocroma iridium. Sin embargo, exhibía una condición ocular llamada anisocoria, que hace que las pupilas de un individuo sean de diferentes tamaños. La causa: una mujer.
De acuerdo con la American Academy of Ophthalmology la anisocoria es, generalmente, una patología que no tiene ningún efecto sobre la salud general de los ojos. La anisocoria fisiológica es relativamente común y se presenta en una de cinco personas con algún grado de diferencia en el tamaño de sus pupilas.
Sin embargo, puede ser síntoma de un trastorno ocular grave, incluyendo una parálisis del tercer nervio craneal y el síndrome de Horner. Además, puede desencadenarse luego de un trauma en el ojo. Precisamente ese fue el caso de Bowie: un daño en su iris produjo una constricción de su pupila.
Este multifacético artista se inició en el mundo de la música desde muy joven. Estudió saxofón y eso lo llevó a formar parte de diversas bandas en la primera mitad de los años 60. En algunos de esos primeros grupos tocaba con el músico George Underwood.
David y George eran grandes amigos. Se conocieron siendo niños y el nacimiento del rock and roll los marcó y unió. Además de ser compañeros y de compartir las mismas inclinaciones musicales, compartían similares gustos por las chicas y eso les pasó la cuenta.
Cuando Underwood descubrió una jugada sucia de David por la dama de la discordia, no sólo lo encaró, sino que le propinó un gran puñetazo en el ojo de tal fuerza, que tuvo consecuencias y le causó una grave herida en el globo ocular.
“La pupila se quedó paralizada. Empecé a sangrar. Estuve en el hospital durante meses. Casi pierdo la vista en ambos ojos. Me operaron en el Hospital de Farnborough y salvaron el ojo derecho, pero el ojo izquierdo lo tengo todavía bastante torpe”, comentó el artista en una de sus múltiples entrevistas.
Eso creó la ilusión de ojos de diferente color, pero no era así. Como la pupila fija no respondía a los cambios en la luz, su ojo izquierdo parecía ser bastante oscuro, en comparación con el azul de su iris derecho.
La lesión llevó a que el músico tuviera problemas con la percepción de la profundidad. “Me dejó con una sensación muy rara de la perspectiva. Por ejemplo, cuando conduzco, los coches no se acercan, sino que simplemente aumentan de tamaño”, relataba.
A pesar de la tragedia, ambos continuaron siendo amigos, incluso George Underwood fue el responsable de varias portadas de algunos de sus LP’s más conocidos: Hunky Dory (1971) y Ziggy Stardust (1972).
Si bien los ojos más enigmáticos y polifacéticos del rock eran originariamente azules, este peculiar resultado sirvió para caracterizar a la perfección a los múltiples personajes que el cantante interpretaría en su trayectoria. La diferencia entre sus ojos le dio una mirada entre felina y extraterrestre, una ambigüedad más de su carácter. Según el mismo Bowie “le daba un toque místico”.
Más allá de la anécdota de sus ojos, el cantante fue un paso más adelante que todos. Desafió todas las convenciones en música, moda y hasta sexualidad. Su imaginación y su talento marcaron a fuego a toda una generación de la segunda mitad del siglo XX que hoy aplaude y alaba su último disco Blackstar lanzado el 8 de enero, dos días antes de su muerte a causa de un cáncer de hígado con el que luchó por 18 meses.
El disco número 25 –y último- de su carrera es un canto fúnebre. Un rito musical con sabor a agonía. La despedida de un hombre enfermo que se estaba apagando físicamente, pero no creativamente. Una invitación a seguir imaginando y produciendo hasta el último día. Una obra de arte con las letras de un hombre sabio e inspirador, uno de otro planeta.
Por Carolina Faraldo Portus
