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04 Diciembre 2017

La tuberculosis y el desafío de pensar distinto

Pese a los avances en su prevención, diagnóstico y tratamiento, la eliminación de esta mortífera patología exige una mirada más amplia, que considere otras variables y la participación de nuevos profesionales.

Más de mil científicos, académicos e investigadores de 125 países viajaron a Moscú (Rusia) para participar, los días 16 y 17 de noviembre, en la I Conferencia ministerial de la Organización Mundial de la Salud (OMS), un encuentro inédito y que, a la luz de datos recientes sobre la tuberculosis, también tuvo un carácter de urgente.

Y es que si bien los progresos en torno al control de una de las patologías más mortíferas en la historia de la humanidad han sido importantes, durante los últimos años los avances parecen haberse estancado. ¿Estamos perdiendo la batalla contra la tuberculosis? es la pregunta más recurrente cuando se habla del tema. Tal vez no, pero lo concreto es que el rival está dando lucha y no parece rendirse. 

El encuentro en Rusia fue la antesala de la primera cita de alto nivel de la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre tuberculosis, programada para 2018. “Si la reunión del próximo año es un éxito, puede transformar la respuesta global a la tuberculosis; si falla, la respuesta podría estancarse”, comenta Nick Herbert, copresidente del Global TB Caucus, organización abocada a la prevención, detección y manejo internacional de la tuberculosis.

Hasta Rusia llegaron 74 ministros de Salud y de otros sectores como Desarrollo Social, Finanzas y Justicia, con el fin de promover un abordaje integral y multidisciplinario del problema. También hubo representantes de los 40 países con más carga de la enfermedad y de su variante resistente a fármacos del mundo. Miembros de agencias de la ONU, sociedad civil, sector privado y académico igualmente opinaron para en conjunto redactar un consolidado o declaración ministerial que sentó las bases de cara al cónclave de 2018. Básicamente, su contenido pasa por los compromisos adquiridos por los países para acelerar el combate contra la temida infección, describiendo mecanismos, estrategias y experiencias. Claro que también hay acciones a corto plazo, que dicen relación con garantizar mayor acceso a atención médica y aunar criterios en torno a la crisis de resistencia a los fármacos.

Rusia es uno de los 30 países con más carga de tuberculosis del mundo, incluyendo de las variantes resistentes a antibióticos, por lo que el evento contó con el simbolismo necesario para contribuir a la sensibilización global frente a una disyuntiva que está lejos de resolverse.

Bacilo multirresistente

En 2015, la OMS publicó el Informe de Tuberculosis Global, documento que proporcionó un diagnóstico actualizado sobre el Bacilo de Koch (Mycobacterium tuberculosis), que daba cuenta, por ejemplo, que desde 1990 la cantidad de fallecimientos a consecuencia de la tuberculosis se había reducido a la mitad y que, incluso, a partir de 2000 se inició una disminución sostenida de su incidencia.

Se habían evitado 53 millones de muertes, gracias a diagnósticos y tratamientos más efectivos, sin embargo, el objetivo macro, ese que busca sepultar de una vez por todas a la pandemia, estaba aún bastante lejos. “El control de la tuberculosis ha tenido un impacto tremendo en términos de vidas salvadas y pacientes curados. Los avances son alentadores, pero si el objetivo es poner fin a esta epidemia mundial, es necesario amplificar los servicios y, de manera contundente, invertir en investigación”, aseguraba la doctora Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud. 

La infección todavía desencadenaba la masiva pérdida de vidas humanas, provocando a nivel planetario, solo en 2014, la muerte de 890 mil hombres, 480 mil mujeres y 140 mil niños. Cifras desmoralizadoras si se toma en cuenta que estamos en pleno siglo XXI. En 2015, las casi 1,8 millones de víctimas situaban a la tuberculosis como una de las principales enfermedades causantes de muerte en el mundo, junto al VIH. Un puesto de privilegio que logró consolidar, pese a que la OMS acaba de presentar el Informe Mundial sobre Tuberculosis 2017, documento que confirma que en 2016 hubo una pequeña baja de fallecimientos en comparación a 2015, llegando a 1,7 millones de personas. En tanto, el número de nuevas infecciones se mantiene con respecto al año anterior, 10,4 millones, lo que también supone un ligero descenso, teniendo en cuenta el aumento de la población global. 

“La tasa de mortalidad está cayendo al 3% anual y la incidencia al 2 por ciento. Estas cifras tienen que aumentar hasta un 4-5% y un 10% respectivamente para cumplir con nuestra estrategia de eliminación, que tiene como objetivo final reducir un 90% las muertes y un 80% la incidencia en 2030 con respecto a 2015”, plantean desde la OMS.

José Luis Castro, director general de la Unión Internacional contra la Tuberculosis y las Enfermedades Respiratorias, agrega que “una vez más oímos que el progreso para terminar con la tuberculosis es demasiado lento. Tenemos que cambiar nuestra forma de pensar, porque la epidemia es más que un problema médico. También lo es social, político y económico, por lo mismo, necesitamos diferentes tipos de profesionales trabajando de forma efectiva si queremos eliminarla”.

En este contexto, uno de los grandes problemas que ha advertido la ciencia es la mayor cantidad de casos resistentes a la rifampicina, el medicamento de primera línea más efectivo para el control de la tuberculosis. Solo en 2017, se estima en 600 mil personas que se encuentran en esta condición, de los cuales, aproximadamente 490.000 presentan resistencia a varios fármacos, lo que se conoce como multirresistencia.

Expertos calculan que en 2050 las resistencias a los antibióticos -no solo con respecto a tuberculosis, sino en las enfermedades bacterianas en general- será la primera causa de muerte en el mundo por delante del cáncer. Teníamos medicinas muy efectivas contra este tipo de dolencias, pero su mal uso, tanto en personas como en animales, está haciendo a los microorganismos cada vez menos vulnerables a ellas. A pesar de esta amenaza, actualmente la gran mayoría de las muertes por tuberculosis se podrían evitar con los tratamientos existentes, lo que reafirma la urgencia de mejorar el diagnóstico y el acceso a los fármacos en lugares donde todavía no llegan.

“Los dos medicamentos más nuevos para tratar la resistente (bedaquilina y delamanid) están disponibles desde hace cinco años y está demostrado que ambos pueden ayudar a salvar más vidas. Sin embargo, menos del cinco por ciento de las personas que los necesitan los reciben”, explica Isaac Chikwanha, responsable médico para la tuberculosis en la campaña de acceso de Médicos sin Fronteras

“Estamos en un momento que nunca habíamos vivido antes para solucionar el problema. Es la hora de que la comunidad internacional ponga todas las herramientas necesarias sobre la mesa para terminar con la epidemia”, subraya Mario Raviglione, director de tuberculosis de la OMS.

La inmensa mayoría de casos de la enfermedad se reparten entre Asia y África y más de la mitad están concentrados en cinco países: India, Indonesia, China, Filipinas y Pakistán.

“Presidentes y ministros de todas las naciones, no solo de los países más vulnerables, deben comprometerse con firmeza para movilizar recursos para vencer la tuberculosis. Estamos hablando de una enfermedad que se contagia por el aire, que se está convirtiendo en cada vez más resistente a los antibióticos que tenemos contra ella”, enfatiza José Luis Castro.

Durante el 50° Congreso chileno de enfermedades respiratorias, realizado en noviembre en Puerto Varas (Región de Los Lagos), el doctor Manuel Oyarzún Gómez, editor desde 1991 de la Revista Chilena de Enfermedades Respiratorias (anteriormente llamada “Aparato Respiratorio y Tuberculosis”), comentaba que “la tuberculosis no ha desaparecido y tenemos algunas amenazas como el Sida y la multidrogoresistencia. Particularmente, a Chile han llegado muchos inmigrantes desde distintos países, lo que ha elevado los factores de riesgo, obligándonos a plantearnos la posibilidad de implementar algún tipo de barrera sanitaria o, al menos, un examen médico antes de ingresar al país”.

“Nuestra revista de enfermedades respiratorias cumplió 82 años y es una de las más antiguas de Latinoamérica, y salvo en ocasiones muy puntuales siempre ha incluido contenidos específicos sobre tuberculosis, en buena medida gracias al esfuerzo del doctor Victorino Farga Cuesta, quien se ha propuesto erradicar esta enfermedad de Chile”, destaca el facultativo.

En términos estrictamente económicos, la tuberculosis generó un gasto en Latinoamérica calculado en 35 mil millones de dólares entre los años 2000 y 2015, periodo en el que murieron 2,3 millones de personas y enfermaron 9,5 millones. Si no se redoblan esfuerzos, se prevén otras 386.000 muertes y 4,2 millones de casos entre 2015 y 2030. 

Las naciones más afectadas son Perú y Brasil, país donde se concentra cerca del 30% de casos de América Latina y que registra una de las cargas más altas de infección del mundo. De acuerdo a un informe del Global TB Caucus, se requieren 65.000 millones de dólares de aquí a 2020 para garantizar tres objetivos: prevenir 45 millones de nuevas infecciones, implementar 29 millones de tratamientos y salvar 10 millones de vidas. De no invertir este dinero, se advierte en el documento, los costos terminarán siendo ocho veces más elevados. Se debe llevar diagnóstico y tratamiento donde más se necesita, urgentemente.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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