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07 Agosto 2017

La psiquiatría en el teatro de Shakespeare

  • Dr. Marco Antonio de la Parra

    Dr. Marco Antonio de la Parra

  • William Shakespeare

    William Shakespeare

  • Hamlet

    Hamlet

  • Otelo

    Otelo

  • Lord y Lady Macbeth

    Lord y Lady Macbeth

  • Ricardo III

    Ricardo III

Las obras de este dramaturgo ofrecen gran riqueza de personajes que ilustran las enfermedades mentales de una manera interesante y única. En la que cada ser humano es producto de la época en la que le toca vivir y el ambiente social que lo presiona, pudiendo convertirse así, en víctima de las circunstancias. 

Considerado como uno de los mejores dramaturgos de la historia, William Shakespeare utilizó su pluma para dar vida a cientos de personajes cuyos móviles develan, hasta el día de hoy, la gran complejidad de la mente humana. De su obra se desprende una completa gama de personajes que varían entre reyes, brujas, duendes, enamorados o, incluso, los más malvados villanos que, torturados por su mente, han dado forma a las más increíbles tragedias de la literatura.

La psiquiatría surgió como rama científica durante el siglo XIX, representada como una especialidad de la medicina dedicada al estudio, prevención y tratamiento de las enfermedades mentales y los trastornos del comportamiento.

Fue durante la época del Renacimiento, que el desarrollo del teatro y la catarsis que este generaba, estableció uno de los primeros métodos de tratamiento psicológico fundado en el simbolismo. Desde ese escalón, la escuela sofista llegó diseñó un método de tratamiento de la melancolía basado en el relato de las vivencias del paciente a un terapeuta.

En la actualidad, el vocabulario psicopatológico ha acuñado varios términos cuyos orígenes se remontan a las obras dramáticas griegas: el complejo de Edipo, el complejo de Electra, el síndrome de Ulises, los cuales han sido bautizados en honor a la reflexión que los dramaturgos griegos realizaron sobre determinados conflictos.

Tomando en cuenta este contexto, es difícil hablar de psiquiatría durante la época del Renacimiento y no hacer mención a William Shakespeare, quien condensó en sus obras muchos de los arquetipos psicológicos que hoy trata esta especialidad: Otelo y sus celos patológicos; Hamlet y su complejo de Edipo; o los conflictos psicológicos planteados en Macbeth.

Quién fue William Shakespeare

Shakespeare fue el tercero de ocho hijos, nació el año 1564 en la localidad de Stratford on Avon, en Reino Unido. Su padre, John Shakespeare, fue un acaudalado comerciante y político local, quien se casó con Mary Arden, madre del poeta.

Pese a que en la actualidad no existe mucha evidencia sobre la niñez y adolescencia del dramaturgo, documentos históricos afirman que estudió en el Grammar School de su localidad natal, donde tuvo la oportunidad de aprender, durante un corto periodo de tiempo, el idioma latín. Sin embargo, debido a ciertas dificultades que atravesó su padre, tuvo que abandonar la escuela a temprana edad. Son precisamente estos hechos los que han llevado a la formulación de teorías que mencionan que Shakespeare habría sido sólo el nombre ficticio de alguien deseoso de permanecer en el anonimato literario. A ello se suma el hecho de que no se disponga en absoluto de escritos o cartas personales del autor, quien parece que sólo escribió, aparte de su producción poética, obras para la escena.

El nombre de William Shakespeare comenzó a ganar popularidad al trasladarse a Londres, donde comenzó a trabajar para la compañía de teatro Chaberlain's Men, más tarde conocida como King's Men. Su estancia en la capital británica data, aproximadamente, entre 1590 y 1613, año en que dejó de escribir para volver a su localidad natal y donde adquirió una casa conocida como New Place.

En el año 1953 Shakespeare publica el poema Venus y Adonis -uno de sus primeros éxitos- y el cual fue muy bien acogido en los ambientes literarios londinenses. De su posterior producción poética, cabe destacar “La violación de Lucrecia” (1594) y los “Sonetos” (1609), ambos de temáticas amorosas y que por sí solos lo situaron entre los grandes de la poesía anglosajona.

Sin embargo, y pese a esta pequeña fama que había logrado construir, fue su labor como dramaturgo la que finalmente dio fama a Shakespeare. Su obra, en total catorce comedias, diez tragedias y diez dramas históricos, albergan una variante de sentimientos, dolor y las más profundas ambiciones del alma humana.

Fue a partir de 1600 cuando publica las grandes tragedias y las llamadas “comedias oscuras”. Aquí, los grandes temas son abordados con acentos ambiciosos, donde lo trágico surge desde la psicología del personaje, la cual permite que el espectador logre identificarse. Ejemplo de ello son Hamlet, quien refleja la incapacidad de actuar ante el dilema moral que existe entre venganza y perdón; Otelo, conducido por el salvajismo de los celos; y Macbeth, en quien reina la ambiciosa tentación del poder.

Cercano al año 1608, Shakespeare cambia de estilo y entra en el género de la tragicomedia; a menudo con un final feliz en el que se entrevé la posibilidad de la reconciliación. Esta nueva orientación culmina con su última pieza: La tempestad; cuyo estreno en 1611 puso fin a su carrera. 

Una vez retirado, y de vuelta en su casa en Stratford, fallece el 23 de abril de 1616. Tiempo que le permitió publicar, en vida, tan sólo dieciséis de las obras que hoy se le atribuyen.

Personajes y sus móviles

Independiente de la subjetividad que se tenga respecto a los sentimientos: amor, alegría, tristeza, dolor y angustia, todo ser humano ha experimentado, en algún momento de su vida, alguno de ellos. Y en ese sentido, ya que es algo inherente a nosotros, permite que podamos comprender ciertas pasiones o conductas determinadas.

En la literatura, Borges describe a Shakespeare como una persona “que fue todos y ninguno a la vez”. Como alguien capaz de crear una universalidad única, de alcance mundial en distancias y anacrónico en lo temporal. Quien ha logrado que todos seamos o tengamos un poco de él y de sus personajes.

Partiendo de la premisa que Shakespeare ha sido un estudioso de los sentimientos humanos, es posible observar como algunos de sus principales personajes han sido movilizados por pasiones y/o emociones que hasta el día de hoy son protagonistas de los más inverosímiles actos cometidos por el hombre.

A  continuación, algunos de ellos:

Hamlet

Tras la muerte de su padre -a manos de su tío Claudio- Hamlet planea una venganza que lo lleva a acabar con la vida de varias personas; algunas de manera directa o intencionada, como el propio Claudio, o por consecuencia de sus actos, como lo es el caso de Ofelia, su prometida, quien cae en un estado de locura y muere arrojándose al río al enterarse de la muerte de su progenitor. 

Hamlet justifica sus acciones aludiendo a que él sólo ha seguido las instrucciones del fantasma de su padre, quien le ha contado toda la verdad. 

En esta obra, se puede observar como el amor de Hamlet hacia su madre se convierte en odio a causa de la lealtad que este tiene hacia su padre; sentimiento que se transforma en venganza y que sólo contribuye a la melancolía y la locura del personaje. 

Por otra parte, la pasión que siente Hamlet hacia Ofelia será, tras la muerte de esta, una de las causas que acrecienta el odio en el personaje y conlleva a un deseo de venganza cada vez mayor.

Lord y Lady Macbeth

Macbeth es un personaje de la nobleza que se convierte en rey de Escocia debido a la muerte del Rey Duncan -asesinado por Lady Macbeth-. Tras este hecho, Macbeth es acosado por su propia conciencia: escucha voces y sufre de insomnio. Para escapar de su culpabilidad, el nuevo rey impone un régimen de tiranía y asesinato; obsesionándose con las profecías que dictaban las brujas del reino, lo que finalmente lo conduce a matar a casi todos los siervos de su castillo, incluyendo a su hijo.

En tanto, Lady Macbeth comienza a ver cómo su marido enfrenta una violenta pugna en su propio castillo y, tras una escena de sonambulismo, acaba suicidándose.

Otelo

En la obra, Otelo está casado en secreto con Desdémona, algo que enfada a Roderigo, un rico caballero que estaba enamorado de ella. Su ira es compartida por Iago, quien al servicio de Otelo, ha visto cómo Casio era ascendido antes que él.

Ambos- Roderigo e Iago- avisan al padre de Desdémona sobre su matrimonio secreto, en donde finalmente Otelo es acusado de brujería y seducción. 

Paralelamente, el ataque de los turcos en Venecia hace que Otelo salga a la defensa; ocasión que Iago utiliza para planear una venganza: apelar a los celos de Otelo haciendo que Cassio –quien ha sido destituido de su cargo- ronde a la joven en busca de favor a ojos de su marido, mientras que él va sembrando la duda y el odio en Otelo.

Finalmente, loco de celos, Otelo estrangula a Desdémona y trata de justificarse apelando a su adulterio. Todo este montaje es descubierto por Emilia, quien le cuenta a Otelo las intenciones de Iago. 

Otelo decide no matar a Iago para que sufra en vida, dejándolo en manos de Ludovico, un noble veneciano que, por lo que se da a entender, lo ejecuta tras una larga tortura. Otelo se suicida.

Esta historia habla de cómo los celos se convierten en un trastorno patológico que distorsiona la realidad, volviendo a Otelo en un desconfiado y suspicaz personaje; un ser angustiado que espía y acusa, tratando de demostrar la supuesta infidelidad de su esposa y malinterpretando cualquier detalle; en este caso, las adulaciones de Casio o la inconsciente actitud de su mujer defendiendo al teniente, que sólo sirven para confirmar sus temores y convertir su amor en odio y el odio en crimen.

Ricardo III

La ambición por el poder es el tema central de la obra, comprendida en dos fases: la coronación y la caída del protagonista.

En el centro del drama se halla el personaje del usurpador Ricardo, duque de Gloucester, quien escondiendo bajo benignas apariencias sus diabólicos planes, hace que su hermano Eduardo IV sospeche del otro hermano, Jorge, y lo ponga en prisión; luego hace que sus sicarios lo maten y arrojen a una cuba de malvasía. 

Muerto Eduardo IV, Ricardo, convertido en protector del reino durante la minoría de edad de Eduardo V, conspira para usurpar el trono. Recluye al joven, y con la ayuda del duque de Buckingham se hace proclamar rey. Hace asesinar a los hijos de Eduardo IV, y quita de en medio a los pares no partidarios suyos.

En esta oportunidad, Shakespeare muestra a un hombre para quien el fin justifica los medios. Un personaje que construye una trayectoria de abusos y crímenes al servicio de lograr su máximo objetivo: el poder. Su discurso da la posibilidad de profundizar en su relación con la mentira, el cinismo y la hipocresía. 

La visión de un entendido

Marco Antonio de la Parra es un psiquiatra, escritor y dramaturgo chileno, miembro de la Academia de Bellas Artes. Estudió en el Instituto Nacional y después ingresó en la Universidad de Chile, donde se graduó de médico cirujano en 1976 y se especializó en psiquiatría de adultos.

Su actividad teatral comenzó en la misma universidad, etapa en que dirigió el teatro de la facultad de medicina entre los años 1974 y1976, y donde más tarde se dio a conocer como dramaturgo. Sin embargo, la psiquiatría y el teatro no fueron sus únicas aficiones, también se aventuró a escribir cuentos, novelas, ensayos, guiones y crónicas. 

Entre 1993 y 1995, se desempeñó como docente de dramaturgia en la Universidad Católica y en la Universidad Finis Terrae, en la cual dirige la Escuela de Literatura de la Facultad de Comunicaciones y Humanidades desde el año 2005. 

Dado su amplio bagaje, el doctor De la Parra fue invitado, durante el mes de mayo, a participar de un curso organizado por Clínica Las Condes, en el que presentó una conferencia llamada “teatro y psiquiatría”.

El dramaturgo comenzó así: “la psiquiatría es la más humanista de las especialidades. Cuando era estudiante mis profesores me hicieron leer, entre varios otros, a Sartre, Dostoievsky y Camus. Tenía una larga lista de libros, y eso era extremadamente relevante, pues si no conocía al ser humano ¿con qué fin dominaría sus tratamientos?”.

“Lamento no conocer en profundidad las lenguas clásicas, o no poder leer a Shakespeare como sí lo hizo febrilmente Freud. Sin embargo, este autor nos regaló miles de ejemplos que hoy, como profesionales de la mente y conducta humana podemos analizar. Recordemos a Lady Macbeth cuando cree tener las manos llenas de sangre y se lava constantemente llegando a un cruce compulsivo e histérico. O la querida Ofelia, quien advierte la muerte de su padre en manos del hombre que ella ama. También está la celopatía de Otelo, fustigado por el extraño Iago y su móvil que radicaba entre la envidia y la homosexualidad; pues él quería ser Desdémona. O temas como el narcisismo del viejo Lear, incapaz de entender el amor que tanto le tenía su hija Cordelia. No puedo más que resumir que el teatro es, simplemente, psiquiatría”.

Finalizada su presentación, el dramaturgo explicó que el teatro se mira y se padece. “Mirado por la razón, Hamlet sería patético, mirado con la pasión, es desgarrador”.

Por último, y haciendo una conexión entre psiquiatra, paciente y teatro, concluyó que “en el acto teatral, intérprete y espectador enloquecen por un rato, comparten la locura con una pausa que sutilmente también comparten psiquiatra y paciente. La representación teatral permite conectarse con los traumas y dolores; es el momento de liberación de la verdad”, concluye De la Parra.

Cabe destacar entonces las creaciones de autores, además de Shakespeare, que sin ser médicos tuvieron el ingenio de descubrir aspectos relevantes de la mente y de la conducta que hasta el día de hoy constituyen instrumentos de gran valor para comprender cabalmente la naturaleza humana.

En la actualidad sigue siendo válido el consejo que alguna vez entregó el doctor Ernest Dupré a sus alumnos: “¿Quieren aprehender psicología? Pues lean a los poetas y novelistas". Vale decir que el saber inserto en las grandes obras literarias debe ser rescatado a modo de entender el universo mental de las pasiones, conflictos y los más recónditos secretos del ser humano, que no se pueden encasillar al mero enfoque neurofisiológico.

Según decía Yves Pélicier, psiquiatra francés, "nunca habrá una antropología basada en los neurotransmisores. Los diferentes síndromes psicopatológicos, las múltiples aristas del sufrimiento humano ocurren no sólo en la perturbación de los más íntimos mecanismos del encéfalo, sino en la vivencia de un hombre concreto, en un universo de significaciones del que la literatura ofrece una vía de acceso". 

Por María Ignacia Meyerholz
Dr. Marco Antonio de la Parra

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William Shakespeare

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Hamlet

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Otelo

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