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02 Abril 2018

La arquitectura genética del TOC

Aproximadamente una de cada 50 personas se verán afectadas por esta alteración en algún momento de su vida. Sin embargo, la ciencia ha avanzado en establecer las bases de este trastorno del comportamiento. 

Nikola Tesla, Ludwig van Beethoven, Charles Dickens, Charles Darwin, Marcel Proust, Martin Scorsese, Leonardo DiCaprio, Woody Allen y el futbolista inglés David Beckham, por nombrar algunos personajes conocidos, tienen algo en común: todos ellos forman parte de un grupo importante de la población que padece trastorno obsesivo compulsivo (TOC).

La característica esencial de esta alteración, según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-V, es “la presencia de obsesiones o compulsiones de carácter recurrente, lo suficientemente graves como para provocar pérdidas de tiempo importantes o un acusado deterioro de la actividad general o un malestar clínicamente significativo”. 

Citando al mismo documento, las obsesiones son definidas como “ideas, pensamientos, impulsos o imágenes de carácter persistente que el individuo considera intrusas e inapropiadas y que provocan una ansiedad o malestar”, que quien las padece trata de ignorar, suprimir o neutralizar a través de otras ideas o acciones compulsivas, que son “comportamientos o actos mentales recurrentes, los cuales no se conectan racionalmente, pero aun así buscan prevenir o aliviar la ansiedad o malestar, pero no proporcionan placer o gratificación”.

Uno de los cambios diagnósticos más notorios con respecto al anterior DSM consiste en la extracción del TOC de los Trastornos de ansiedad y la creación de un grupo nuevo de trastornos –un espectro obsesivo- agrupados todos ellos bajo el epígrafe de “TOC y trastornos relacionados”.

A juicio de los revisores de este manual, estos cambios obedecen a una serie de evidencias en cuanto a similitudes en comorbilidad, neurobiología, circuitos cerebrales implicados y respuesta al tratamiento, que determinaron la conceptualización del TOC y trastornos afines como formando parte de un nuevo espectro fuera de los trastornos de ansiedad.

Si bien todas las personas tienen hábitos y rutinas en su vida cotidiana, por ejemplo, cepillarse los dientes antes de acostarse o lavarse las manos antes de tomar algún alimento, para los obsesivos, los patrones de comportamiento interfieren con sus vidas cotidianas. Muchos de estos pacientes saben que sus obsesiones no tienen sentido, pero no pueden hacer nada por evitarlas.

Esta condición, relativamente común, afecta a aproximadamente el 2,5 por ciento de la población y, en casi la mitad de los casos, se desarrollan durante la infancia o la adolescencia.

La causa del TOC es desconocida. Sin embargo, se han identificado varios factores de riesgo que incluyen: un historial de TOC en un padre, hermano o hijo, especialmente si el familiar desarrolló la enfermedad en la niñez; antecedentes de abuso físico o sexual; infección por Streptococcus reciente; y ciertas anormalidades cerebrales demostradas por resonancia magnética u otras pruebas de imágenes.

Las primeras investigaciones sobre este tema se centraron en la serotonina como el principal neurotransmisor involucrado en la patogénesis del TOC, debido a la eficacia de los inhibidores de su recaptación en el tratamiento del trastorno.

Más tarde, se evidenció que la disfunción de la señalización del glutamato en el circuito córtico-estriado-tálamo-cortical (CSTC) jugaba un papel en su patogénesis. (J Can Acad Child Adolesc Psychiatry. 2017 Fall;26(3):205-213)

Sin embargo, un reciente estudio realizado por científicos del Broad Institute of MIT and Harvard y otras instituciones reveló que, al parecer, las personas afectadas por un TOC presentan una vulnerabilidad genética, que –además- es influida por situaciones de estrés y factores ambientales. (DOI: 10.1038/s41467-017-00831-x)

Los científicos tomaron muestras genéticas de 592 personas diagnosticadas con TOC y 560 individuos sanos, e incluyeron muestras genéticas de perros que sufren la forma canina de este trastorno. Luego compararon casi 600 genes susceptibles de intervenir en la patología. De ellos, 222 ya habían sido identificados como parte del trastorno compulsivo en ratones y otros 196 estaban relacionados a su vez con el autismo, donde los comportamientos repetitivos también son frecuentes.

En el artículo, publicado en la revista Nature Communications, los expertos describen los resultados obtenidos al aislar cuatro genes vinculados con el desarrollo del trastorno obsesivo compulsivo: REEP3, HTR2A, NRXN1 y CTTNB2; y cómo ellos intervienen en la misma zona del sistema cerebral: entre las regiones del tálamo, el cuerpo estriado y el córtex.

El cuerpo estriado del cerebro está implicado en los procesos motrices y es la principal vía de entrada de información hacia los ganglios basales. Recibe información de la corteza cerebral, conectada a su vez con el tálamo, que modula los estímulos sensoriales que llegan al cerebro, a excepción del olfato. En las personas con TOC, este ciclo se vuelve disfuncional.

Para los científicos, las mutaciones en los cuatro genes antes mencionados podrían ser responsables de la desrregulación de los niveles de serotonina, lo que  provocaría el impedimento de la información interpretada por el cerebro, causando una anomalía en este circuito cerebral. 

Además, concluyeron que la genética no es la única variable a considerar para el desarrollo del TOC, porque un entorno social complicado también puede favorecer su manifestación.

Aunque no existe cura para la enfermedad, la corrección de los niveles de serotonina usando medicamentos antidepresivos junto a una terapia cognitiva conductual podrían beneficiar a estos pacientes.

Lo más importante de este estudio es que presenta un enfoque novedoso de la secuenciación genética y el análisis estadístico para identificar potenciales dianas terapéuticas para el TOC, permitiendo extender el poder de la medicina de precisión a poblaciones antes excluidas.

Por Carolina Faraldo Portus

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