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09 Abril 2018

El peligro y su impacto en la salud

Científicos del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica de Francia aseguran haber descubierto el funcionamiento del cerebro al sentir peligro. Los resultados podrían beneficiar a personas con TEPT.

En 2015, el profesor de la Universidad Purdue (Estados Unidos), Glenn Sparks, planteó la existencia de un proceso que denominó “Transferencia de la excitación”, mediante el cual se producirían una serie de fenómenos en la salud física y mental después de ver una película de terror.

“Cuando observamos filmes que generan miedo, aumenta nuestra respiración, presión arterial y ritmo cardíaco, variaciones en nuestro organismo que se mantienen por un buen rato, intensificando todas las emociones que experimentamos después, ya sean positivas o negativas”, comentó. 

Por otro lado, académicos de la Universidad de Nueva York realizaron un estudio en el que participaron 80 voluntarios. Cada uno de ellos, con electrodos en distintos puntos del cuerpo, vio clásicos del cine de terror y los resultados del análisis se publicaron en la revista Science. Los miembros del equipo concluyeron que situaciones de estrés agudo obligan al cerebro a reorganizarse y hacen recordar malos momentos. Imágenes de resonancia magnética evidenciaron también que varias regiones corticales y subcorticales se activaron y aumentaron su conectividad por la acción del neurotransmisor noradrenalina, que reorganizaba sus recursos neuronales. 

“Cuando el cerebro se altera por este tipo de experiencias, los sentidos se agudizan y el temor crea un estado de alerta que fortalece los recuerdos de las experiencias estresantes, aunque perjudica la capacidad de análisis y deliberación. En este proceso se ponen en acción partes del cerebro involucradas en la reorientación de la atención, el aumento de la alerta perceptiva y el control automático neuroendocrino”, detalló Erno Hermans, principal autor de ese trabajo.

En esta misma línea, científicos del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica de Francia, aseguraron haber descubierto cómo funciona el cerebro, pero no directamente al sentir miedo, sino que al advertir peligro. De acuerdo a lo publicado en la revista Neuron, se logró identificar un grupo específico de neuronas que reconocen situaciones peligrosas, permitiendo que las personas puedan adaptar su comportamiento para evitar riesgos. Se introduce el concepto que denominaron “Discriminación contextual”, entendiéndose como la capacidad del cerebro de reconocer informaciones específicas.

“Los seres vivos somos capaces de integrar y de identificar las informaciones sensoriales que nos interesan, como los olores, sonidos y la luz, con la finalidad de regular nuestra respuesta ante estos estímulos del entorno en situaciones de peligro”, coinciden los investigadores.

Claro que el trabajo desarrollado por el instituto francés no solo habría revelado cuáles son las neuronas implicadas en estos procesos, sino que también sugiere haber detectado la ubicación de éstas: la corteza prefrontal media del cerebro o córtex prefrontal. Esta región, específicamente situada en la parte anterior de los lóbulos frontales y frente a las áreas motora y premotora, está involucrada en los procesos de toma de decisiones y en la adecuación del comportamiento social.

Una combinación de métodos genéticos y ópticos para controlar eventos específicos de células de tejidos vivos mediante el uso de luz, sin tener que alterar su funcionamiento biológico, fue la clave para llegar a estos resultados. Es lo que se conoce como optogenética.

Mediante esta técnica, los científicos activaron o inhibieron poblaciones de neuronas para definir su real participación en un comportamiento particular. Para esto, introdujeron proteínas sensibles a la luz en neuronas de ratones de laboratorio e identificaron aquellas implicadas directamente en la “discriminación contextual” y su relación con este proceso.

En un entorno con diferentes estímulos sensoriales, como luz, olor y sonido, los ratones recibían asiduamente leves descargas eléctricas para que percibieran ese lugar como adverso. Luego, los animales fueron dejados en el mismo lugar, pero esta vez sin estimularlos para hacerles creer que estaban en un espacio apacible. Durante el experimento, la actividad de las neuronas de la corteza prefrontal media de los ratones estuvo sometida a permanente observación y a manipulación optogenética, lo que permitió identificar a la población de neuronas que se activaba durante la discriminación contextual. Un aspecto relevante fue la observación del envío de señales por parte de las neuronas al tronco cerebral, zona implicada directamente en la regulación motora de las conductas emocionales.

“Una estructura llamada córtex prefrontal media dorsal, situada en la parte frontal del cráneo, recibe los influjos neuronales del hipocampo. Esta estructura se activa durante los momentos de incertidumbre, por lo tanto, gracias a estos datos anatómicos y psicológicos creemos que se podría ayudar a las personas que padecen algún tipo de estrés postraumático”, plantea un comunicado emitido por el Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica de Francia.

La denominación “trastorno por estrés postraumático” (TEPT) se acuñó oficialmente en la terminología psiquiátrica en 1980. A partir de ahí, este cuadro clínico ha cobrado gran importancia y se caracteriza por una tríada sintomática de fenómenos invasores, conductas de evitación y síntomas de hiperalerta en respuesta a un acontecimiento traumático, el que puede presentarse en cualquier sujeto y a cualquier edad. Por su alta prevalencia, es considerado un problema de salud pública y en general, explican especialistas en este campo, se trata de una condición subdiagnosticada y no siempre bien tratada, afectando no solo la calidad de vida de quien lo padece, sino que también de las personas lo rodean.

El TEPT se presenta de inmediato o incluso años después de hechos o accidentes graves, generando ansiedad y sensación permanente de peligro. Se manifiesta de diferentes formas, como dificultades para dormir, explosiones de ira y sentimientos de soledad, preocupación o culpa.

“El trastorno por estrés postraumático se caracteriza por la aparición de síntomas específicos tras la exposición a un acontecimiento estresante y extremadamente traumático que involucra un daño físico o una amenaza grave para una persona. En aquellos afectados, el estrés postraumático está asociado a una generalización contextual, lo contrario al concepto de una discriminación contextual, vale decir, las personas afectadas no son capaces de integrar y de identificar las informaciones sensoriales del entorno y, por ello, pierden la capacidad de reaccionar ante cualquier tipo de peligro”, concluyeron los investigadores franceses. El trabajo podría construirse en una valiosa hebra para profundizar en el siempre complejo ámbito de la salud mental.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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