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09 Mayo 2016

Drogas de abuso emergentes: el nuevo desafío sanitario

El uso de sustancias estimulantes o fármacos con fines recreativos dentro de la población joven ha elevado las consultas por intoxicación en el mundo. Tendencia que, de a poco, está llegando a nuestro país.

La utilización de sustancias de abuso es, probablemente, tan antigua como la propia humanidad. Su descubrimiento pudo –quizás- ser casual, cuando los antiguos habitantes del planeta con ánimo alimentario consumieron cierto tipo de planta u hongo que contenía algún principio psicoactivo.

Es de suponer que la experiencia vivida por esta ingesta accidental no pasó desapercibido, ya que desde tiempos inmemoriales esos concentrados comenzaron a utilizarse con una finalidad mística, religiosa, ceremonial y, en algunos casos, lúdica. 

Poco a poco se fue ampliando el espectro de sustancias, hasta que unos 6.000 años a.C. entró en circulación un nuevo producto: el vino, derivado de la fermentación de la uva, cuyo principal componente, el alcohol etílico, se convertiría en el néctar adictivo más consumido por el hombre, asociado a una gran actividad económica, integrado en muchísimas sociedades y generador, en caso de abuso, de enfermedades crónicas irreversibles.

El uso de productos exógenos para modificar el estado de la conciencia y las percepciones sensoriales ha sido una constante en el hombre. Inicialmente se utilizaron sustancias derivadas de plantas, pero la evolución tecnológica ha permitido la elaboración de drogas sintetizadas o modificadas de otras ya existentes que, actualmente, son consumidas por millones de personas alrededor del planeta. 

Por otro lado, existe un porcentaje no menor de la población que ha encontrado en los fármacos una vía de escape. El consumo de medicamentos con finalidad recreativa, generalmente prescritos para un enfermo diferente al usuario, utilizando una dosis distinta a la indicada y buscando, en general, alguno de sus efectos secundarios, se ha convertido también en una tendencia actual que ha tenido escasa atención médica. A este fenómeno la toxicología clínica ha llamado pharming.

Según un informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) de 2009, en los últimos 10 años, las muertes por consumo excesivo de medicamentos han aumentado de forma considerable, superando –en algunos países- a las producidas por el uso de drogas ilegales. A modo de ejemplo, entre 2005 y 2009, el consumo mundial de metilfenidato, medicamento autorizado para el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), aumentó un 30 por ciento, con casi 40 toneladas de consumo, fundamentalmente, en Estados Unidos. (An Sist Sanit Navar. 2013 Jan-Apr;36(1):99-114)

Otros fármacos que están produciendo fenómenos de abuso, dependencia y comercio ilícito son aquellos compuestos con dextrometorfano, modafinilo, propofol, fentanilo, oxicodona y con buprenorfina. Las demandas por tratamiento de desintoxicación, su mezcla con sustancias ilegales y los casos de muerte, han alertado sobre el consumo excesivo de estos fármacos.

Actualmente, existe consenso en que el pharming puede transformarse en la puerta de entrada al consumo de otras drogas ilegales, como las drogas de diseño, que son tremendamente tóxicas y peligrosas. Se fabrican a través de procesos químicos cuyas materias primas, a diferencia de otras drogas como la cocaína o la marihuana, no se extraen directamente de una planta, sino que se generan a partir de cambios moleculares realizados en laboratorios para lograr efectos que alteren el sistema nervioso de quienes las consumen.

El consumidor no sabe a ciencia cierta de qué están hechas, porque la cantidad de droga utilizada y el componente herbario en su síntesis es variable, los químicos que las componen cambian frecuentemente y no han sido evaluados, controlados, ni menos testeados con estudios en humanos o animales. Por lo que sus efectos fisiológicos representan un gran peligro.

Hay evidencia, eso sí, que algunas de las más utilizadas –Krokodil, Smile, Spice o K2, Superman- producen daños neurológicos irreversibles, alteraciones psiquiátricas, problemas cardíacos e incluso muerte. Dentro de los problemas asociados a la salud se encuentran la pérdida de memoria y apetito, ansiedad, depresión, obsesión, ideas paranoides, trastornos del sueño, ataques de pánico, agresividad, trastornos psicóticos y una larga lista de complicaciones de diversa índole.  

Ya en el año 2008, el Observatorio Europeo para Drogas y Toxicomanías encendía las alertas sobre esta situación, cuando reportó la aparición en el mercado de 13 sustancias psicoactivas nuevas, 11 de ellas sintéticas y dos vegetales. Todas con un denominador común: un amplio desconocimiento de sus propiedades toxicológicas, carentes de regulación en la mayoría de los países, y de fácil acceso a través de internet.

Hace un par de semanas causó impacto mundial la muerte de cinco jóvenes argentinos entre 21 y 25 años que lo hicieron intoxicados por el presunto consumo de una droga sintética durante el Time Warp Festival, una fiesta electrónica que se realiza en varios países como Alemania, Estados Unidos y Países Bajos. 

Según los reportes, los jóvenes compraron la droga pensando que se trataba de éxtasis –cuyo principal componente es el 3-4 metilendioximetamfetamina (MDMA), una sustancia que produce la sensación de euforia. Pero eran pastillas alteradas con una elevada carga de parametoximetanfetamina (PMMA).

Se trataba de una droga llamada Superman, que se ha convertido, en los últimos años, en la verdadera kriptonita de algunos jóvenes. Su nombre se debe a que la pastilla se asemeja al escudo del superhéroe- cuya estructura química es más potente y tóxica. Surgió hace algunos años en países nórdicos como Bélgica y Holanda. Comienza a actuar en el cuerpo a una hora de ser consumida causando hiperactividad, euforia, desinhibición y confusión. También aumenta la temperatura corporal en forma excesiva y puede provocar la muerte. 

Una de las series top ten en la historia de la televisión, Breaking Bad, relata la historia de Walter White, un profesor de química frustrado al que le diagnostican cáncer. Para intentar dejar un legado a su familia comienza a producir metanfetamina. En la serie se observa el rápido ascenso del éxito y la esperada caída del protagonista; tal y como afecta la droga al organismo. 

Lo fascinante de esta historia es que no sólo va presentando al espectador los increíbles cambios que van alcanzando los personajes, sino que también mundos distintos. Una realidad que el público no conoce y de la que no se siente parte: por un lado, los grandes carteles de droga; y, por otro, los profundos y oscuros pasajes de los consumidores de metanfetamina. 

Luego de cinco exitosas temporadas la serie llegó a su fin. El desenlace trajo consigo efectos inesperados. Según datos de la Agencia Antidroga Estadounidense (DEA) la relación de esta droga, el éxito del drama y la penetración del público en ella, habrían influido en el descenso del consumo de metanfetamina en el país del norte, en aproximadamente unos 3.000 casos. 

Clásicamente, se ha relacionado el consumo de determinadas drogas a sectores sociales o culturales determinados. Sin embargo, no es la fiesta ni menos la música la que lleva al consumo: es la persona y su contexto. 

Este fenómeno es dinámico y cambiante e indudablemente traerá consecuencias importantes para la salud pública. Por eso, resulta fundamental que los médicos conozcan un poco más sobre la existencia de estos productos, su peligrosidad y el potencial efecto sobre sus pacientes.

Por Carolina Faraldo Portus

Mundo Médico

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